*Las gaviotas danzando con el viento, los buques cargueros mirando a lo lejos, el moderno bulevar y sus espigados edificios y el portentoso Foro Boca, forman parte de los contrastes de la playa emblema de esta zona turística
Carolina Miranda
Boca del Río, Ver.- Un par de gaviotas se deja llevar por el viento encima de una construcción monumental de tonalidades grises. Un hombre entrado en años, con los pies metidos en la arena y acompañado de una colorida sombrilla, se deja llevar a un mundo de relajación.
El revoloteo de las aves sobre el imponente Foro Boca, ese gigante que deslumbra por su rudeza y fineza, forma parte de una de las tantas postales que logra mirar desde la apacible playa de Boca del Río.
Las figuras planas y asimétricas de concreto con placas de metal corroído, colocadas de forma premeditada en el diseño original del centro de la música, nos transportan a la perfección humana, en medio de la pureza de la natraleza.
Cuando el hombre de gorra gris alza la vista sobre la bahía, alcanza a observar en el horizonte un sinfín de enormes embarcaciones que desde aquí se miran diminutas y a la vez poderosas manteniéndose a flote en la inmensidad de la mar.
El típico sonido de las olas, el ir y venir del agua salada, rompe el silencio que esta tarde invade uno de los lugares más emblemáticos de la cosmopolita Boca del Río, la hermana menor del puerto de Veracruz que crece orgullosa.
Las gaviotas que mantienen su romance con el viento y el mar acariciando la playa nos regalan imágenes y sonidos únicos, como cuando se observa la orilla de todo el bulevar, con sus espigados edificios departamentales y hoteles.
El sol se oculta poco a poco en el horizonte, las nubes recorren presurosas el cielo azul y hombres y mujeres parecen congelados en una fotografía; no dejan de observar, en total quietud, el encanto natural.
Los más pequeños, esos saltan de alegría en los escalones que llevan al Golfo de México y otros más disfrutan del agua fría de los cocos que se ofrecen en la orgullosa playa.
Los maricos y pescados, con ese sabor boqueño, surgen de la Palapa Verde, Las Gaviotas y hasta de la Cabaña de mi sangre, donde sacian el hambre los visitantes a un lugar de contrastes.